Hace un poco más de cincuenta años empezó a crecer el pueblo de Chimalcoyotl, poco a poco llegó más gente. Todavía a finales de la década de
los cuarenta había muchos lotes baldíos y grandes extensiones de milpas. El
agua la tenían que acarrear de una llave pública que se encontraba en La Joya,
las calles no estaban pavimentadas y mucho menos había drenaje. Esta situación
habrá durado unas década más, por lo menos así lo cuenta Jaquelina Camacho. Su
mamá, la señora Reyna Cáceres, vivía en la calle de Canela en la colonia La
Joya, fueron de los primeros vecinos en comprar los lotes que había comenzado a
vender la gente originaria de Chimalcoyotl.
En donde están ahora Los Residenciales de Oro Chico
había un gran terreno en el que había milpas y en donde pastaban los animales.
Se dice que durante la Revolución en ese terreno se colgó a un hombre, se desconoce los motivos; pero muy probablemente fue como castigo y advertencia a los que hicieran lo mismo que él. Su cuerpo quedó varios días colgado. Pasados los años surgieron algunos relatos
alrededor de ese hombre colgado. Por ejemplo, la señora Reyna cuenta que
algunas personas aseguraban a ver visto en ese terreno la sombra de un hombre
colgado.
Una historia similar le ocurrió a Joel
Ramírez, él cuenta que tenía 21 años y que venía de una fiesta. Era como la una
de la madrugada, no había encontrado transporte público que lo llevara a su
casa porque todavía allá por la década de los setenta era difícil encontrar
uno, sobre todo, a esa hora de la madrugada. Por lo que había decidido caminar
de la Joya a su casa. Los únicos acompañantes que iban con él era uno que otro
perro que de vez en vez ladraba. Dice que al pasar por el terreno antes
mencionado, el perro que en ese momento lo acompañaba comenzó a ladrar más
fuerte, sintió una brisa fría e intensa. Su mirada se clavó en el imponente
pirul que se encuentra en dicho lugar y vio la figura del hombre colgado. Se
quedó helado ante el hallazgo tétrico, trataba de caminar pero sus pies no
respondían, los ladridos del perro que sonaban con mayor intensidad lo
despertaron del shock en el que se encontraba. En ese momento emprendió la
huida, corría tan rápido como su cuerpo lo permitía. Llego a su casa con el
rostro pálido, empapado de un sudor frío y con una sola cosa en su mente: la
figura del hombre colgado. Desde entonces, cada que pasa por ese lugar,
palpitaba su corazón con gran intensidad, siempre recordando al colgado de
Chimalcoyotl.
Agradecimietos: Jaquelina Camacho, Reyna Cáceres y Joel Ramírez
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