Acabada la Revolución Mexicana inició una etapa de reacomodo
en la nación. La organización social, económica y política tuvo que
reestructurarse. En Tlalpan, sus habitantes comenzaron a preocuparse por los
servicios elementales, como el acceso al agua. Y los Pueblos de Tlalpan no
serían la excepción; pero era poca era la infraestructura y mucha la necesidad,
así pues, las principales fuentes de abastecimiento como los manantiales serían
una causa de conflicto.
En
1923 habitantes de los pueblos de San Pedro Mártir presentaron una carta dirigida
ante la autoridad en la que exponían que su pueblo se asentaban sobre terrenos
rocallosos y a considerable altura, lo cual provocaba una permanente carencia
de agua potable que sumado al deterioro de la carretera por los conflictos de
la Revolución agravaba su situación. Por lo que solicitaban la intervención de
la Secretaría de Agricultura y Fomento a fin de realizar las gestiones para
proveer agua a su poblado mediante la construcción de una obra hidráulica con
una longitud de aproximadamente 10 kilómetros, comprometiéndose a ofrecer la
mano de obra de alrededor 400 trabajadores (pobladores); y si el erario no
podía sufragar el costo de la tubería pedían que se les otorgara un crédito que
amortizarían mediante una Cooperativa a razón de 3 mil pesos anuales (Omaña y Arroyo, 2011).
No obstante, la petición ocultaba los ánimos, dificultades y
tensiones que existían entre el pueblo solicitante y el pueblo del Ajusco por
el control, acceso y aprovisionamiento y usos de los manantiales que nacían en
los terrenos de los habitantes del Pueblo del Ajusco y de las corrientes de los
ríos de San Buenaventura y Eslava que solicitaban como dotación de aguas (Omaña y Arroyo, 2011).
Tal apreciación la exponía el ingeniero Manuel Ramírez
nombrado por la Comisión Nacional Agraria para las gestiones de dicha obra en
los Pueblos, fundamentada también en los recorridos que había hecho y en los
comentarios que había recibido de los propios pobladores.
Cabe decir que en 1924, a pesar de que dichos manantiales
nacían en las tierras que pertenecían al pueblo del Ajusco, no habían sido
declarados ni propiedad privada como alegaban los habitantes del Ajusco ni las
aguas del río Eslava habían sido señaladas como propiedad pública. Hasta el 11
de julio de 1925 serían declaradas las aguas del río San Buenaventura y el río
Eslava propiedad de la nación.
Tras un largo ir y venir en dependencias gubernamentales y
negociaciones con los poblados aledaños al manantial, los habitantes del Pueblo
de San Pedro Mártir lograrían tener acceso al agua hasta 1936 con la
instalación de llaves públicas en las principales esquinas del poblado; pero
sólo una parte la recibirían de los manantiales.
Bibliografía:
Ocaña,
María Concepción Martínez, y Antonio Padilla Arroyo (2011): “Actores e Instituciones
En El México Posrevolucionario. Resistencia, Luchas y Apropiaciones de La
Política Hídrica En El Sur de La Ciudad de México.” Cuicuilco 18 (51),
pp. 157–179.
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