En el escenario mundial están
sucediendo acontecimientos que ponen de relieve las huellas de repudio a la
explotación y que indican también la existencia de un nuevo tipo de
solidaridad. Aunque pareciera que cada una de estas luchas es específica y
están motivadas por preocupaciones locales
inmediatas sin alguna vinculación entre sí, todas ellas plantean
problemas de importancia supranacional, como son las cuestiones de exclusión
social, económica y política de la mayoría de la población mundial. Así, las
exigencias que comparten son la justicia y la creación de una
nueva forma de vida.
En Ferguson, Missouri, después
del que el agente Darren Wilson, policía blanco, matara a un joven desarmado de
origen afroamericano, Michael Brown, estallaron las primeras protestas y
disturbios, todas ellas modestas. Sin embargo, después de que este lunes un
gran jurado dejara sin cargos al policía creció la intensidad de las protestas.
“Justicia para Michael Brown” y “Manos arriba no dispares” son parte de las
consignas de las manifestaciones. Asimimos, se escucha decir por algunos
activistas que "hay licencia para la violencia contra las minorías". Este caso no
solo refleja parte del racismo que pervive en dicha sociedad; sino también la
situación de marginación e injusticia que sufren las personas de bajos ingresos.
Michael Brown es el emblema de una lucha más grande, cuyo parte del trasfondo es
la pobreza y la marginación social, política y económica en la que viven
grandes capas de la población. Es una lucha de justicia social, de ahí que
miles de personas se sumen, no sólo en Ferguson sino también en cientos de ciudades de
Estados Unidos. La solidaridad que emergió fue por la identificación de una
lucha común, por lo que la hermandad de miles de activistas se hizo presente.
Si en Ferguson la muerte de un
joven adolescente causó revuelo, aquí en México la desaparición “forzada” de 43
jóvenes normalistas no debía ni podía pasar inadvertida. Así, la movilización
social de miles personas que salieron a las calles a pedir el regreso con vida
de los normalistas, creció y rápidamente se convirtió en una protesta global.
Si bien una de los causas de la movilización es el repudio contra la represión
del estado, lo que está de fondo es el hartazgo de un cúmulo de hechos
violentos; pero sobre todo, el cuestionamiento de las condiciones
estructurantes que imperan en México, millones de personas viviendo en extrema
pobreza y en condiciones de marginalidad social y
económica. Al final, la lucha también es una lucha por la justicia social.
Si el fondo es una lucha por la justicia
social, ¿por qué no hablar en un lenguaje común miles de ciudadanos del mundo?,
cuya comunicación funcione no sobre la
base de las semejanzas, sino sobre la base de las diferencias; pero
reconociendo un enemigo común: la injusticia social generada por las políticas
liberales de la economía.