martes, 16 de febrero de 2016

Crónicas cotidianas de los Pueblos de Tlalpan. “Viajes largos, días cortos”.






Amaneceres fríos con cálidas miradas dibujan los días de Paulina. Su vida se divide en dos grandes horarios: 4 de la madrugada y 7 de la noche. En el primero, el aura la acompaña, en el segundo, la noche la cobija. De lunes a viernes, su viaje es largo para salir de San Miguel Topilejo, uno de los pueblos más alejados de Tlalpan. 
El Pueblo de Topilejo tenía en el 2010 más de 24 mil habitantes -su crecimiento demográfico fue exponencial-, mucha gente como Paulina llegó a vivir ahí apenas hace una década. En general, la gente del lugar tiene su trabajo o su escuela fuera del lugar, tal y como sucede con los hijos de Paulina. El más grande estudia en  en el C. C: H. Sur en el turno matutino, todos los días se levanta al alba, un poco antes de las 4 para salir de su hogar a las 4:30, si se retrasa unos minutos no llega a tiempo a la primera clase. Con frecuencia le ocurre que el transporte público va saturado y pasa cada media hora, por lo que salir a tiempo se convierte en un asunto de suma importancia.
Mientras que Naty, la hija menor, asiste a una de las secundarias que se encuentran cerca del Centro de Tlalpan, su hora de entrada es a las 2:30 de la tarde y su salida es a las 8 de la noche, por eso Paulina sale de su casa en punto de las 19:00 horas para llegar a tiempo a recogerla. La distancia de Topilejo a la Joya -que se encuentra entre Calzada de Tlalpan e Insurgentes, es más o menos 12 kilómetros, la cual se recorre casi en una hora; pero a partir de la construcción del segundo piso de la autopista a Cuernavaca el viaje se puede alargar media hora más.  
Todas las mañanas es común ver que la gente se desespera y se baja del transporte público a la altura del Pueblo de San Pedro Mártir para caminar sobre la Carretera Federal a Cuernavaca hasta la Joya, poniendo en peligro sus vidas. En palabras de Paulina: "tienen que hacerlo para llegar a tiempo a sus trabajos". Así, en el alba bajo la oscura carretera, se puede ver a mucha gente caminando entre las filas de los coches. Tomados de las manos con sus hijos, las mamás caminan de prisa; los jóvenes con sus audífonos y su andar lento atraviesan entre los coches y los hombres con mochilas o portafolios corren. Todos ellos, sólo se pueden distinguir gracias a las luces de los autos. De modo que atravesar entre en los coches se convierte en un constante desafío.
Para la gente que regresa de sus trabajos, sólo hay una forma para hacerlo de manera segura después de las 11 de la noche y es mediante taxis comunitarios que salen en el estadio Azteca. El viaje es más corto; pero más caro.


Cinco días a la semana, miles de habitantes teniendo largos viajes y días cortos; llegando al hogar después de largas jornadas de trabajo y recorridos extenuantes. La movilidad para algunos habitantes de Tlalpan podría mejorar si en vez de invertir en segundos pisos para privilegiar el uso del transporte privado se hiciera para reducir el tiempo de traslado de miles de familias, como la de Paulina.